“Nuestros rostros eran el reflejo de rostros como el suyo. Nuestras voces le resultaron comprensibles. Servíamos para hacer que esta revolución le pareciera accesible. La entonación de nuestras palabras le daba sentido a aquello que, para usted, era un territorio desconocido. Nuestras explicaciones, además, satisfacían los requerimientos prácticos y los estándares de la industria mediática, que apunta a una audiencia acostumbrada a un interlocutor cuyo perfil reúne ciertas características y que se vale de un discurso político específico. Este proceso ahogó las voces de la mayoría. No importaba cuánto nos esforzáramos por sostener lo contrario, estábamos representando el papel: éramos de clase media, jóvenes conocedores de Internet y, por lo tanto, revolucionarios.” Philip Rizk |