“Hay otro para el que ya estoy muerto”, podría decir un fantasma. Otro que me ve como si estuviera muerto. Lo mismo vale para las personas que dejan rastros silenciosos en el espacio. Dejan a otros, para los que ellos ya están muertos.
Pero debemos dejar, también, otros para los que sigamos vivos, y que discutan con esos otros para los que ya estamos muertos.
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Hay cosas que las personas saben y no dicen, porque las saben de una forma involuntaria, y las mantienen lejos de la conciencia. Esos conocimientos prosiguen su vida dormidos, y son más fáciles de transmitir cuanto más acallados. Su medio es el manto invisible que rodea a las cosas de una comunidad, sus recuerdos compartidos.
El pueblo mapuche tiene una práctica de curación, el pewtüm, que fue así guardada. Durante el pewtüm se visualiza la enfermedad. Hay que traducirla, el psicoanálisis, por ejemplo, la encadena a las palabras; el pewtüm trabaja con visiones. Esta práctica fue puesta en secreto porque era considerada un ritual mágico. Los guardianes del secreto son la vergüenza y su hermana mayor, el miedo.
“No se animan a decir. No están perdidas… es como que están guardadas”.
Con estos secretos, viéndolos de afuera, solo podemos relacionarnos desde la ignorancia.
(Carolina Crespo, entrevista a una integrante de la Rinconada de Nahuelpán, Marzo 2006.)
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Las piedras son cualquier cosa. Todo se puede tallar para convertirlo en un instrumento cortante o rasposo. Así debían pensar los charrúa, que seguían activos en el interior del territorio uruguayo hasta mediados del siglo XIX. En los libros de historia nacional que se escribían por esa época ya figuraban desaparecidos, pero ellos seguían tallando el vidrio y la porcelana. ¿Cómo mirarían esos materiales llegados de Europa antes de tallarlos? Vajilla inglesa, vidriería checa…
(Muestra permanente del espacio indígena, Museo de Colonia, junio de 2024).
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La piedra ausente: el Estado mexicano se lleva la gigantesca estatua del dios Tlaloc, que estaba tendida, como dormida. El museo de antropología se la llevó, y en su lugar no dejó nada, solo la memoria de que la piedra era de ahí.
(Rozental, La piedra ausente, 2013).
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El trabajo de la represión es borrar, y también borrar la borradura. Los colonos (2023) de Felipe Gálvez, cuenta la historia del genocidio selk’nam. La película se concentra en el terrateniente que manda a “limpiar de indios” la Isla Grande de Tierra del Fuego. Para eso contrata a un ex militar británico. Pero al final, cuando el trabajo está hecho, hay que limpiar la limpieza. Primero el militar es convertido en un chivo expiatorio, después el mismo estanciero debe soportar que su relato apologético de la masacre sea puesto en cuestión por el Estado, que se propone aclarar los hechos pero para ya establecerlos, para dejarlos terminados. Recordando, el Estado olvida, pone un punto, dice: hasta acá, ya está.
(Felipe Gálvez, Los colonos, 2023).
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Es el 44º aniversario de la comunidad aché de Ypetimi, departamento de Cazaapá, a casi 300 km de Asunción del Paraguay. Todo transcurre plácidamente: los lugareños han hecho pedidos al gobierno para que les otorgue créditos con los que comprar tractores y otras máquinas. Quieren explotar las 600 hectáreas que hoy alquilan a productores brasileños. (También tienen a su cuidado unas 900 hectáreas de bosque, y unas 100 que usan sus instalaciones y como sede de la comunidad).
El pueblo indígena debe modernizarse, según Ceferino Kreigi, profesor de la escuela y referente de la comunidad. “Los aché tenemos experiencia de treinta años de agricultura. No podemos más vivir ‘conservando el hábitat’, porque no hay más hábitat. Las ONGs, los institutos indígenas, que dicen que el indígena tiene que conservar su cultura, ¿por qué no les hacen un jardín botánico, ponen jaulas y que estén ahí y que preserven su cultura? No se puede vivir así”.
Al territorio, dice Kreigi, han llegado menonitas, brasileños, japoneses… ellos aprenden de todos. La comunidad debe abrir su mente a la agricultura industrializada, pero también el Estado debe abrirse a tratar al indígena como productor rural.
La cámara del reportaje muestra las artesanías (tallas en madera) y la producción de plantas medicinales de los que esta comunidad del Chaco paraguayo se siente orgullosa. Su relación con la producción industrializada y con el futuro es de expectativa.
(“La comunidad aché de Ypetimí pide maquinarias para cultivar su tierra”, ABC economía.)
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Puntas de flecha que aparecieron cerca de Lago Puelo. Según un guardiaparques mapuche: “Estas cosas se conservaron cientos de años porque el paso del tiempo permitió que nadie las encuentre”.
(Del diario de campo de Carolina Crespo, 2006.)
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“La disciplina conservacionista, para detener el deterioro de un objeto, lo pone en cuarentena, lo desliga de su ambiente. Al devolverle un poncho a la comunidad tehuelche, lo primero que hacen los indios es desempaquetarlo y llenarlo de tierra.”
(Comentario de Claudia Amuedo).
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“Pero toda conservación supone la extracción de un contexto. La liebre con ojos de ámbar, una novela sobre una colección de miniaturas japonesas y la historia personal del narrador.”
(Comentario de Carolina Crespo).
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Damiana Kryygi, de Federico Fernández Mouján
Corre el año 1896. En la densa selva paraguaya una niña de tres años sobrevive a una masacre perpetrada por colonos blancos sobre una familia de la etnia aché…
https://www.ficwallmapu.cl/pelicula/damiana-kryygi/
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“Guardar curiosidades arqueológicas y antropológicas que se descubran en nuestros territorios, vestigios de un pasado perdido, y que servirán para resolver complicados problemas”.
(Francisco Moreno, hablando del Museo de La Plata).
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Sobre exhibición y espectáculo: no tocar, no exhibir, dejar ciertas cosas sin mostrar, no decir.